lunes, 15 de marzo de 2010

Sabor (de café mal hecho).




Los primeros rayos despuntaban al alba. Era bastante temprano y la cafetería, un pequeño rincón del puerto de Malmö, aún estaba medio vacía. Carlson y String desayunaban frente al ventanal.



- Lo único que lamento, es haberme apropiado de una falsa sensación de omnipotencia. De poder hacer lo mismo, de igualar en capacidades, de saltarme años de madurez y decir " lo conseguí, conseguí convertirme en un trozo de hielo". Qué mentira más grande. ¿Puedo? - preguntó String, señalando el paquete de Malboro.




- Por supuesto. Prosiga, por favor.

Björn String extendió el brazo y se apropió de un cigarrillo. Se llevó la boquilla a los labios, mientras lo encendía. Exhaló una bocanada de humo y cerró levemente los párpados.

- Empiezo a pensar que nadie puede convertirse en un trozo de hielo. En una muralla de piedra maciza. Inexpugnable. Invencible. Con una barrera que impida que destruyan todo lo que hay dentro. Nada más lejos de la realidad.


- Las murallas, por desgracia, no pueden soportarlo todo.

- El problema no es la muralla, si no el término en sí. ¡Cojones, no sé porqué digo una cosa cuando quiero decir otra! El término no es muralla, sino fachada. Una maldita fachada. Y detrás de la fachada, no hay nada.


- O hay mucho, querrá decir.


- Quizás haya mucho, pero le falta...

- No le faltan cimientos, si es lo que está pensando. Lo que pasa es que pueden ser los mejores, puede tener paredes que sustentar y convertir al edificio en inexpugnable... pero tras sucesivas guerras, acaban mal.


- ¿Esta conversación está degenerando hacia la arquitectura?

- En absoluto. Sigo psicoanalizándole.

- Ah, ya me empezaba a preocupar - indicó String.- Al menos sigo teniendo la certeza de que sigo invirtiendo cientos de coronas en una creciente esquizofrenia.


- El psicoanálisis no es para esquizofrénicos. El desequilibrio emocional a veces...



- Váyase a la mierda - le espetó.- Usted, Freud y sus tecnicismos. Solo consiguen desquiciar a los trastornados aún más . Váyanse a la mierda.


-Pues no sé qué quiere que le diga - dijo, un tanto molesto y confuso.- No sé.


- Pues dígame la verdad. ¿Tan difícil es que se tiene que ir por los cerros de Úbeda?


- Supongo que no se puede estar toda la vida al pie del cañón.


- Se desgasta.


- Se quiebra.


- Explota.

- Como tú.


- Como yo.


String apuró los últimos sorbos de café. No volvería a desayunar allí. Se parecía excesivamente a los potingues aguados que vendían en el Dunkin' de la esquina, en Petersen con la avenida Visby . Qué asquerosidad. Además le faltaba azúcar. Estaba destinado a que todo supiese mal. Hundió los labios en el borde de la taza de loza y hizo un esfuerzo. Ciento cincuenta coronas. Agh. No soportaba ese regusto. El sabor del café mal hecho.



- Tiene gracia - dijo, revolviendo los posos con una cucharilla sucia.- Tenía la sensación de que Brigitte no iba a venir a esta cafetería.


- El matrimonio da miedo.

- Te confundes. Yo doy miedo.



Empezaba a pensar que, por desgracia, ese incipiente sabor amargo a granos tostados, le acompañaría toda la mañana. Y buena parte del mes.

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