martes, 27 de abril de 2010

Una historia cualquiera (He vuelto a la carga).

Una voz desvaída sonó al otro lado de la barra. El camarero se giró y vio al borracho hablando solo. Sam le había dicho algo, pero no supo reconocer qué.


- ¿Qué dices, Sam?


- ¡Que otra más! - gritó él, con voz gangosa.


- Ni hablar - respondió, tajantemente.


- Pedazo de capullo, ¿quién te crees que eres? ¡Mi cerveza!


Dio con el vaso en la mesa repetidamente, en un vano intento infantil de que Fred le hiciese caso. Pero el camarero, acostumbrado a los excesos y tonterías varias de su amigo, siguió ordenando los botellines al fondo del bar.


- Sois todos iguales. ¡Jodidos sureños, tendrían que mataros a palos!


- Sam, estás diciendo bobadas. ¿Por qué no te vas a casa? Duerme unas horas, te vendrá bien.


- Que te jodan.


- Lo que tú digas.


Eran ya las dos y aún no había cerrado el local. Todavía le quedaba una larga noche por delante. Suspiró profundamente, con agobio. Acababa de llegar toda la mercancía de aquel mes. A Linda le habían dado un par de días libres, después de dos semanas sin un fin de semana de descanso. Bob había llamado por la mañana, diciendo que estaba en Milwakee ocupándose de asuntos familiares. Así que allí estaba, frente a un enorme cargamento de Budweiser, solo, sin poder pedir refuerzos y con un cliente ebrio en el bar. Debía tomárselo con filosofía. Eso o agobiarse más. No le quedaba otra opción.


Repentinamente, oyó un estrépito producido por vasos y botellas al caerse en la parte delantera del local. "Sam, otra vez", se dijo así mismo. Salió corriendo del almacén.


- Sam, ¿qué cojones haces?


No le respondió, porque seguramente tampoco podía articular palabras en su estado. El borracho había aprovechado la ausencia de Fred para colocarse encima de la barra y meter la boca en el surtidor. No sin muchas dificultades, consiguió moverle de encima de la barra y colocarle en una silla próxima.


- Disculpa a este borracho, Fred. Eres un buen chico.


- Sam, por Dios, vete a casa - le recomendó el camarero, preocupado.- Llamaré a un taxi e iré contigo.


Tantas pintas parecían hacer que sus labios, ariados y enrojecidos por el frío invernal, supurasen alcohol. Sus ojos le brillaban con una intensidad etílica peculiar, emanando una mezcla de tristeza y desconcierto.


- Fred, no he conseguido ahogarlas. ¡Maldito seas, Fred! Si al menos me hubieses dado una cerveza más...

- ¿A quién vas a ahogar, Sam?

- A las penas, Fred. A las penas. Pero las muy zorras flotan.


Los ojos, que antes le brillaban de puro alcoholismo, ahora se inundaban de lágrimas.


- Yo la quería, Fred. Yo la quería. Y ni siquiera la bebida es capaz de devolvérmela.


Se le abrazó con patosidad, cayéndose literalmente encima suyo. Entre el patetismo y el drama, Fred se preguntaba en si alguna vez estaría preparado para enfrentarse a cualquier eventualidad o si, por el contrario, acabaría asustado y temblando de los pies a la cabeza en la barra de un bar como el señor Kissinger.



- Dios es un jodido egoísta, Fred. No va a soltarla ni por un segundo.

.

.

.

.

( He vuelto para dar la vara. Otra vez, sí. Esta canción de aquí abajo fue la que me inspiró a escribir por primera vez en dos semanas. Iba a actualizar con ella en el otro blog, en el de música, en http://algoqueoir.blogspot.com/ , pero hoy no tengo mucho tiempo, que se diga. Ya le dedicaré una entrada entera, de esas que me gustan a mí.

.

Por vez primera, en dos semanas o quizás más tiempo, me apetece escribir. No creo que pueda escribir todos los días, fundamentalmente por falta de tiempo. Aún ando falto de creatividad, pero bueno, tiempo al tiempo. Es un comienzo y eso por ahora me alegra.

Gracias por todos los comentarios, que siempre son una fuente de moral ;) ).

No hay comentarios: