viernes, 7 de mayo de 2010

¡No, aquí no pinches!

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Después de leer todo esto, me empezarás a conocer y puede que entiendas un montón de cosas. Puede que reacciones de dos maneras:
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1. Que me odies o que pienses que soy un engreído, además de gilipollas perdido (puede ser).
2. Que me des la razón y tengas otra opinión (cada uno...)
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Sinceramente, creo que es una de las mejores cosas que he escrito en bastante tiempo (baja modestia que sube Borja). Entendería que nadie lo leyera, es bastante largo. Se lo recomendaría a quien me conoce. Cada uno, lo que quiera. Pero aquí lo dejo:
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Peliculero, fantasioso y exagerado. Todo estos adjetivos, perfectamente aplicables a mi imperfección, me han condicionado toda la vida. Quizás por eso me he dedicado primero a las artes: el dibujo desde que supe coger un lápiz, la escritura desde que me leí todos los tebeos de periódico habidos y por haber, y la fotografía, después de que cayese en mis manos una Canon que finalmente se estropeó tras veinte largos años de vida y que espero poder sustituir en Navidades.
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Siempre fui excesivamente idealista, tanto, que creo que me estrellé unas cuantas veces. Tantos golpes morales me pasaron factura, pero creo que a la larga amortizé el precio pagado. Llevarse golpes no está mal, siempre y cuando eviten otros peores.
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Hace seis años, las cosas eran bien diferentes. Fue una época difícil. Tremendamente difícil. Decidí, por aquel entonces, romper con todo y empezar de cero. O casi desde cero, pues no puedes empezar de cero cuando apenas acabas de empezar el instituto. Tuve mis motivos para hacerlo, no lo niego. Yo al menos hice todo lo posible, todo lo que pudiese estar en las manos de un crío de doce años, para cambiar las cosas.
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Dijo Mark Twain que había tres clases de mentiras: las mentiras pequeñas, las mentiras grandes y las encuestas o estadísticas. Amén. Una vez, en clase, recuerdo que nos hicieron una encuesta sobre la personalidad. La pregunta clave fue ¿A quién le tienes que dar las gracias por lo que has conseguido? Y yo respondí que a nadie. La profesora no tardó en tildarme de egocéntrico. Y yo le digo, ¿qué coño va a saber ella? ¿ qué cojones sabe una encuesta de mí? ¿cómo va a valorarme un papel con treinta preguntas, cuyas respuestas más complejas son sí, no, no sabe/ no contesta? Un papel de esos no sirve de nada, señor mío. Porque la verdad, lo que había conseguido hasta entonces, lo conseguí sin ayuda. Sin nadie. Suena egocéntrico, sí. Pero es que es la verdad. Y yo no tengo ninguna necesidad de mentir, porque el primero en criticarme soy yo mismo. Y si no me crees, el blog es mi aval.
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Durante este tiempo, siempre pensé que mi rupturismo no me había servido para nada. Que no había cambiado nada, que todo seguía exactamente igual. Pero no era así. Si hubiese mirado hacia atrás, me habría dado cuenta de que las cosas han cambiado. Y han cambiado mucho. Quizás las cosas no son completamente perfectas. Quizás las circustancias no son plenamente perfectas. Pero tampoco están nada mal. Y no me quejo para nada, sinceramente. Este verano no voy a pisar mi casa, me voy de viaje por Europa en buena compañía y se plantea como uno de los mejores. ¿Qué más le pido yo a la vida a las puertas de los dieciocho?
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Hoy volví a ver a un fantasma de ese pasado con el que una vez decidí romper. Un fantasma al que una vez le salté los dientes y que decidió meterse en un mundo turbio que ha terminado con él. Me han dicho un montón de cosas acerca de lo que hizo desde entonces, a cada cual peor, pero no las diré porque no tengo la certeza de que sea así. Solo puedo dar mi testimonio. Desgracia es la única palabra que se me ocurre al verlo. Odio no, señores míos, porque odiar sería darle importancia. Es asco la palabra que se me viene a la cabeza. Desgracia y asco.
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Aquellos años dejaron una huella muy profunda, muy honda, que me condicionó desde entonces. Me dejó secuelas y aún hoy no he podido con ellas. Soy tremendamente desconfiado, aunque no lo parezca. Quizás demasiado. Pero el que me conoce de verdad, sabe que si tiene mi confianza, entonces lo tiene todo.
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¿Qué habría pasado si...? Nada, señores. Los caminos son infinitos, las posibilidades aún más. Lo que he aprendido a lo largo de tanto tiempo, es que hay que luchar por lo que quieres. Esto no lo digo por decir. Esto no es paja. No son frases repolludas supuestamente revolucionarias y carentes de sentido, nutridos de una buena dosis bloguera flower-power: paz, amor y porros (y textos) para todos. No. Lo digo porque realmente lo pienso y lo intento aplicar. Por cambiar las cosas sin caer en la utopía. Yo lo conseguí una vez y sinceramente no es fácil. A mí me costó años y años. Pero lo conseguí. Y si una cosa tengo clara, es que como dice una amiga mía, nunca seré menos que nadie. Somos personas únicas porque no hay otro en la historia que haya sido igual que tú. Ni lo hubo, ni lo hay, ni lo habrá. Después de tí en el planeta Tierra, al margen del más allá, solo quedarán tus huesos pudriéndose en un ataúd. Así de simple y así de crudo. ¿Entiendes la trascendencia y a la vez, la poca importancia que tenemos en este pequeño mundo de siete mil millones de almas? ¿Entiendes por qué servir, dejarse avasallar, no sirve de nada?
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La subordinación para la sintaxis oracional. A mí no va ese rollo. Algún día, acabaré afiliado a un partido.

3 comentarios:

Lucía dijo...

y qué huevos tuviste, joder.

el texto sublime :)

Sofía Haltrup dijo...

Los caminos son infinitos, las posibilidades aún más.

Qué frase tan esperanzadora, creo que me quedaría con esta de todo el texto:)

Borja Moreira dijo...

Apoyo la elección de Haltrup. Gran texto¡