sábado, 24 de octubre de 2009

Fantasmas del pasado.

Cerró la puerta lentamente tras de sí. Hacía frío. Llovía. Llovía con fuerza y por eso estaba calado hasta los huesos. Pero por fin llegaba a casa. Le esperaba la comida. Ojalá que haya sopa, pensó. Se quitó los playeros, que estaban llenos de agua y se cambió de ropa.


No había nadie en casa. Qué raro. Se dirigió a la cocina y vio una nota en frigorífico. "Si llegas pronto, haz revuelto de verduras" decía. Normalmente siempre le aclaraban si no venían por una reunión o por un viaje de última hora. Pero no dieron más explicaciones.


Encendió el televisor. Aquel día, estaban retransmitiendo los Premios Príncipe de 2007. Decían que aunque llovía mucho, no se había estropeado la gala. Y es que el cielo bramaba.


Vino su hermana, como siempre enfadada. El viento había roto el paraguas y lo maldecía por ello. Se sentó a la mesa, esperando a que acabase de cocinar. Mientras le contó mil cosas sobre lo difícil que había sido el primer examen y farfulló algo sobre el profesor y la madre de éste.


Eran las tres y media. Era muy extraño que no llamasen. Cogió el móvil y marcó el número, mientras iba friendo los filetes.


- Siento no haberte llamado, pero es que estábamos un poco ocupados.


- ¿Dónde estaís?


No respondió. Volvió a preguntar.


- Llegaremos a la hora de cenar - dijo, atropelladamente. Estaba nervioso.


" Señores, pueden pasar a consulta. El oncólogo viene en cinco minutos" oyó decir a una voz femenina.


- ¿Pero dónde estaís? - preguntó él, sin entender nada.


- Ahora no puedo hablar. Tengo que colgar. Un beso.


La línea se cortó súbitamente y él se quedó con cara extrañada. Dejó el móvil en la encimera, pensativo. Oncólogo... ¿qué sería eso?


Y es que aquel día, con quince años, no imaginaba que la vida (me) iba a dar un giro de 180 grados.

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