Karlsruhe no se puede considerar una ciudad, sino el barrio alemán de Strassbourg que está separado de ella por un puente colgante sobre el Rhin. Ha sido tantas veces alemana como francesa. Cuando llegaba una guerra, uno se la quitaba al otro, como un niño envidioso. En la siguiente, pasaba lo contrario.
El pasado germánico de Strasbourg es evidente. Aquí venden también los famosos pretzels, unos lazos de hojaldre salados, que a mí no me gustan nada. También se hacen los helados en esta zona, aunque son mejores en Karlsruhe que a parte de ser muy buenos tienen el tamaño de un balón de fútbol.
No es una ciudad "robada". Sencillamente es tan francesa como alemana. Pero no por separado, son una mezcla. Aquí nació el himno francés, la Marsellesa (no, no nació en Marsella como dice su nombre). Lo único que ocurrió es el típico " es mío y no tuyo" que tanto les gustaba a los gobiernos. Así nació la Guerra Mundial, entre otras cosas. Otra vez la gilipollez humana sobre el escenario.
Hoy día es sede del Parlamento de Europa. Por algo será. Es un ejemplo de que las fronteras físicas y las culturales no siempre coinciden. Pocas veces el ser humano puede poner límites.
No hay comentarios:
Publicar un comentario