domingo, 20 de diciembre de 2009

Yo, mono.


Desde que el mundo es mundo y desde que las personas somos idiotas, las cosas siempre han funcionado de la misma manera. Digamos que desde el principio de los tiempos. Vaya. Los comportamientos de una u otra forma siempre siempre han sido y son los mismos. Las reacciones tampoco han cambiado. Seguimos siendo unos monos que no han evolucionado un ápice desde la época de las cavernas, que siguen manteniendo comportamientos primitivos de imbéciles. Si ahora nos quitasen todo, nos borrasen la memoria y nos abandonasen en medio del campo sin ninguna posibilidad de encontrar a nadie que nos rescatase, acabaríamos igual que nuestros más remotos antepasados: viviendo como animales, que al fin y al cabo somos eso.




En épocas pasadas, la gente vivía en cuevas, comiéndose a las alimañas que se encontraban por ahí. Nada estaba asegurado en una sociedad tan súmamente difícil, en la que vivir más allá de los veinte años era todo un logro. La destreza para cazar, el ingenio para elaborar una fogata... no todos tenían la capacidad para ello. La complejidad de la supervivencia se ve infravalorada de un tiempo hacia acá, sobre todo con tanto Bear Grylls y tanto triunfito televisivo, dando el espectáculo en medio del Amazonas .




A pesar de ello, hasta algunos débiles fueron capaces de sobrevivir. En realidad no se les debería llamar débiles, si no inteligentes. Mediante un mutuo acuerdo, uno ofrece protección y el otro la recibe, basándose en la relación madre- hijo por ejemplo. Así se crearon las primeras sociedades, en las que cada uno contribuía como podía para asegurarse alguna posibilidad de seguir vivo al día siguiente.



Hoy día, el concepto de acuerdo ha cambiado y mucho. Los inteligentes de antes son unos auténticos parásitos sociales. No me refiero ya a sus aptitudes racionales, pues actualmente pueden ser muy avispados o más tontos que Abundio. Me refiero al parasitismo social, que enfoca su ética hacia el egoísmo puro y duro. Se trata de agarrarse a las personas que consideran poderosas: reírles sus gracias, hacerles la pelota continuamente, copiarles y a fin de cuentas, sentirse seguro. Se mantiene en el plagio continuo del otro, la muerte de la personalidad y de la independencia propia. Así, podría afirmar que el parasitismo social nace en la búsqueda del reconocimiento personal, de sentirse seguro, de hallar la protección en un mundo demasiado deshumanizado. Porque es lo que tiene ser un animal social. Seguimos queriendo ser iguales a los demás, aunque esto implique "matar" una parte de nosotros mismos y hacer cosas que jamás haríamos solos. Porque solo somos una panda de monos que siguen teniendo miedo a la soledad en una ciudad en la que impera la Ley de la Selva. El miedo a la soledad es la madre de todas las relaciones (y reacciones) humanas. Porque nadie quiere estar solo... ¿o sí?
(Libre opinión)

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