martes, 30 de marzo de 2010

C'est Paris.


Me encuentro realmente mal. Llevo con una migraña de esas "históricas" desde el viernes y no puedo con el cuerpo. Creo que no me viene bien la falta de actividad, si bien es verdad que no he parado desde que estoy de vacaciones: piscina, gimnasio, salir por ahí, "excursiones" por Asturias... Pero el cuerpo ha dicho "basta, estoy harto". Y a aguantarse, qué le voy a hacer.




No sé qué hacer para matar el tiempo mientras estoy agotado, así que me puse a remover la biblioteca del salón. Mirando las estanterías de casa, me encontré con un libro muy muy viejo. Lo cogí con mucho cuidado, parecía que se iba a desmenuzar entre mis dedos.


Resultó ser La Dame aux camelias, de Alejandro Dumas. Eso es lo único que ponía, a parte de una dirección de la librería que remitía a la mismísima ciudad de París. En el dorso, ponía un precio: " 2,10 francs".


¿De dónde había salido ese libro? Pues resultó que nadie lo sabía a ciencia cierta. Un auténtico misterio. Nos lo regaló mi bisabuela, una mujer que aprendió a hablar español ya de mayor. Era parisina, por tanto, el libro estaba escrito en francés. Se supone que podría habérselo regalado su abuelo, es decir, mi tataratatarabuelo ( uno se pierde en la línea generacional). Debió de comprarse hace un montón de años, sin duda alguna.


La librería a la que remitía este libro estuvo abierta hasta hace apenas 6 años. Llevaba ciento treinta y tres años vendiendo libros en la Rue Auber. Resulta que la Rue Auber es perpendicular a La Ópera de París, en frente de donde ella vivía. Las cosas casan.


Siempre estuvimos muy ligados con Francia y sobre todo con París. Ahora me entero de que somos un poco, un petit peu como dirían ellos, gabachos. Tiene gracia.


Más o menos, el libro puede ser como muy antiguo de 1870, como muy nuevo de 1927, momento en el que se mudó a España. Pero todo da a pensar que el libro tiene unos ciento veinte años de antiguedad. Casi nada.


No se sabe cómo se pudo salvar una cosa así de la Guerra Civil y décadas de historias y acontecimientos. El caso es que llegó. Al parecer, le tenía mucho cariño y quería que el libro quedase como un pequeño "legado".


Queda una pequeña dedicatoria. Junto a unas letras ilegibles, finaliza dedicándoselo a "mon petite chou". Una dedicatoria que ya quedará para la historia.
(Fotografía: Rue Auber y la Ópera de París, a principios de siglo. Prestada).

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