miércoles, 31 de marzo de 2010

De cómo te perdí.


¿Se puede echar de menos a alguien, teniéndolo enfrente? ¿Se puede perder el rumbo, sin haberse desviado aparentemente?


A veces, muchas veces, echo de menos una confianza que se ha diluido como un terrón de azúcar en una taza de café.


Si apagas el fuego de la cocina, la cena se enfriará lentamente. Pero se enfriará. Es un hecho. Curioso el parecido que hay entre el funcionamiento de la naturaleza y las reacciones humanas.


Pocas cosas hacen que me preocupen de verdad. Soy una persona tranquila, en este aspecto. Sin embargo, solo pensar en mi gilipollez hace que me muerda el labio continuamente.


Tristemente, la evolución de la sociedad ha hecho que las cosas se aceleren y no podamos dedicarles el tiempo que necesitan. Quizás ese ha sido el determinante principal, al asestar la última puñalada: Señor Tiempo, Excelentísimo y Todopoderoso Señor Tiempo.


Pero no sirve de nada echar balones fuera, ni buscar chivos expiatorios mediocres. También me sobran prejuicios. Sé perfectamente cómo estamos y dónde. Y es que podría resumir mis conclusiones y mi situación en una frase: soy tonto del culo. Así que el problema reside, más bien, en el rumbo a seguir a partir de este punto.


¿Puedes perder a alguien que no se haya movido? ¿Puedes echar de menos a alguien, teniéndolo enfrente? Quizás sí. Esta es solo una más de las tristes paradojas del mundo humano.

No hay comentarios: