jueves, 15 de abril de 2010

Consejo de abuela.


He aprendido más cosas en lo moral en mi casa que en cualquier otro sitio. Al borde de los dieciocho, creo que cada vez me doy más cuenta de cuánto ha condicionado ésto.


Yo no levantaba un palmo del suelo cuando mi abuela dijo, en una ocasión, que nadie estaba por encima de nadie en esta vida. "Siempre he sido una mujer atípica. Me enamoré y me casé con un hombre veinte años mayor que yo en una época de recato. Siempre quise ser policía en una época en la que lo tradicional era que la mujer se quedase en casa a cocinar. Fui la primera mujer policía del pueblo, entre habladurías. Pero conseguí una de las cosas fundamentales: el respeto. Tu abuelo tampoco se quedó atrás en ser diferente: cocinaba de vicio, cuidaba de tu madre y de la casa. Y fuimos felices. Muy felices, a pesar de todo". Ella, de fuertes convicciones católicas, dijo una vez que las monjas del colegio siempre le habían enseñado que cada persona debe guiarse por unos principios para no perderse en la vida. "¿Qué hay sin principios? Nuestros principios son las columnas que sostienen todo". Vino a decir que sin principios, sin fundamentos que vertebren las acciones, no hay nada. Te conviertes en una cosa vacía, en uno más del redil. No se puede esperar nada, porque entonces sólo recibirás palos. Debes defender lo que crees, lo que pienses, lo que sientes. Puede que no te vaya bien. Pero al menos, tendrás la certeza de que lo has intentado. Debes guiarte por las cosas que te hacen feliz.


Al final resultó que no podía esperar nada, ni siquiera de ella. Pero al margen de la opinión general que tengo de ella (muy mala), de la relacción actual abuela-nieto (inexistente en estos momentos) y al margen de creencias (yo tengo la mía), creo que tiene una razón aplastante en ésto. Quizás estas cosas deberían enseñarlas en el colegio.


Todos necesitamos principios, estrictos o blandos, pero tener una base sobre la que poder construir. Mis principios son estos. Suenan idealistas y a drama fácil de Hollywood. Pero sólo son lo que nosotros queremos que sean. Y yo intento cumplirlos a rajatabla, siempre que puedo. Porque, ¿de qué me sirve decir esto, si después no lo cumplo? De nada. Absolutamente para nada. Bueno, sí: sólo serviría para ocupar más espacio en un blog y quedar bien con los que me leen. Decir cosas que suenen bien no sirve de nada. Hablar sin actuar, no sirve de nada.


(Quizás esté equivocado. Quizás no, quizás sí. Mis entradas son una perogrullada continua. Perdonen las molestias).

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Da gusto leerte. Si escribieses un libro, te lo compraría la primera:)

Sofía Haltrup dijo...

Oh, vaya, mujer policía en aquella época. Qué.. ¿valor? jaja.
Aunque ya no tengáis relación, bueno, mantienes lo que dices, sus ''enseñanzas'' y eso siempre es bueno :)

Anónimo dijo...

Antes del recreo me gustabas.