Hace semanas que, cuando llego de madrugada, los muebles no me montan un escándalo en cuanto cruzamos miradas. Convivir con un hueco de sofá frío, un armario sin uso y un taburete desparejado se volvía insoportable. Parecía estar por todas partes, en cada palabra, en cada sillón, en cada imagen.
Con el tiempo tienden a la opacidad, a ser tan inertes como antes o, por lo menos, a ratos muy largos. Detrás no se ve nada, más que lo que son. A veces pienso que no todo es el ambiente, sino la interpretación que uno hace del mismo. No sé. Es difícil decir hasta qué punto entiendo o dejo de entender y hasta qué punto puedo plasmarlo aquí. He cambiado tanto de parecer como de ropa, y eso aturde.
Nunca es fácil ser justo. Con un muerto, menos.
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