viernes, 13 de mayo de 2011

Decir "basta".




Stefan lo vio claro. Las últimas palabras del ensayo eran una auténtica apología a la revolución humana. Quizás no era de leer mucho. Es verdad. Pero aquel era un alegato contra el dominio del id freudiano que caló hasta lo más profundo de su conciencia. "Es hora de tomar cartas en el asunto: levantaos contra vuestra propia indiferencia, tomad las riendas de vuestra vida".






Por eso, cuando Stefan salió aquella noche, estaba decidido a empezar de cero, a no volver atrás. Porque sus últimos años se habían convertido en una sucesión de los días, en un todo vale, en el que una doble moral prêt-a-porter estaba llevándole a la perdición. Y por eso Stefan se sentía tan identificado cuando leyó a Hessel, abrió los ojos y contempló su estupidez.




Todo aquello no se iba a quedar en intenciones. Habló con Alicia y se lo contó todo, desde el principio al final, y no escatimó en explicaciones. En algo más de tres horas de intensa conversación, le dijo quién había sido, en qué se había convertido y cómo se estaba reconduciendo a través de la lectura.






Con Alicia fue más o menos bien, pero volver al día día tras reconducirse socialmente no fue fácil, ni mucho menos. De repente se dio de bruces con la incomprensión de su entorno, los que le habían rodeado en aquellos últimos años, de quienes esperaba una respuesta más vehemente y comprensiva. Pero no fue así.





El mundo estaba loco, se dijo. Hiciese lo que hiciese, dijese lo que dijese, allí nadie le iba a comprender. ¿La humanidad entronizaba a la estupidez o es que no entendía a los valientes?





En un mundo de locos, dijo Stefan, el que más piensa es al que antes lo apartan. No es que la gente no quiera ver la realidad, es que sencillamente creen que dicha realidad no existe. El entorno sigue avanzando por un supuesto camino de rosas imaginario del que hay que apartarse. La supuesta opulencia en la que decía moverme, se decía,no es más que la más absoluta decadencia. Un teatro, la perfecta armonía de los imbéciles. Un escenario montado para una opinión pública inerte, que siente y padece tanto como nosotros, pero que está dispuesta a abandonarnos a nuestra suerte porque no es capaz de enfrentarse a la realidad.





Hessel y sus palabras habían dado solo el pistoletazo de salida. No se podía decir que en una noche hubiese dado un giro de ciento ochenta grados a su vida. Ya era raro antes. Tiempo después descubrió que había sido la contemplación cruda y dura de la realidad la que le había proporcionado el empujón necesario para entrar en la edad adulta.


Porque al fin y al cabo, antes o después, todos crecemos en algún momento de nuestra vida.

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