sábado, 7 de mayo de 2011

El futuro se vistió de emperador.



Él mismo, apretujado en un banco del parque. Cuatro de la mañana. En una esquina, dos borrachos canturrean, como siempre. A pocos metros, unos cuantos ruedan y se revuelcan en el césped, riendo sin parar, mientras la eterna pareja de enamorados celebra sus dos años de noviazgo con su habitual besuqueo.


De repente, uno silba ruidosamente y hace un gesto para que todos se reúnan en torno al banco. Llegan las dos primeros cargados de latas de cerveza, mientras los demás se arremolinan.



- Un brindis!- balbucea uno, mientras le da una lata a cada uno.


- ¿Por quién? - preguntan, entre risas.


- ¡Por los riñones que perderemos! - sugieren.


- ¡Y por todos los transplantes que necesitaremos!




Todos chocan las latas al unísono, entre risas nerviosas. Él bebe poco a poco, espaciando los sorbos, removiendo el líquido cosquilleante con la punta de la lengua.



Observa el grupo, observa la lata. Observa a todos varias veces detenidamente, y una vez más se pregunta qué pinta en aquel parque.




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