miércoles, 22 de julio de 2009

Mientras el tiempo pasa.

Andalucía. Cuántos veranos pasé allí. Volver se va a hacer extraño, y presiento que este van a ser mis últimas vacaciones aquí.




No sé realmente que pensar. En parte siento tristeza. Me había acostumbrado a noches calurosas de insomio, a la emoción de conducir una moto de agua por la costa de Marbella, las calles de Ronda, los burros de Mijas, los infinitos pueblos de casas blancas. Las cosas parecían diferentes, pensábamos que todo era perfecto. Y sin embargo, se acaba. Mis días aquí se agotan.



Supongo que esto marcará el final de una época. Es la agonía del tiempo de la irresponsabilidad, la muerte súbita de la niñez. Ya no somos unos seres indefensos e inocentes. Ya sabemos que las personas no se dividen simplemente entre buenas buenísmas y malas malísimas. El olor a pasteles desapareció; el hedor del tabaco nos persigue. El mundo era un misterio para nosotros. Eso, quizá, sigue siéndolo. Pero nuestra realidad ya es otra. Nos enfrentamos a nuevos peligros, nuevas sensaciones, nuevas personas... sin nadie más que nosotros mismos. Ahora nos toca ayudar, hacer lo que debemos. Quizás no nos guste, quizás odiemos hacerlo. Habrá momentos buenos y momentos malos. Papá y mamá no nos asegurarán nada, probablemente tengamos que asegurárselo a ellos en un futuro. Es lo que hay. Crecimos.

No hay comentarios: