lunes, 26 de octubre de 2009

Cettes fleurs qui ont poussé entre bombes ( Las flores que crecieron entre las bombas).



Nadie diría que Saint-Lo fue el escenario de una de las mayores barbaries que jamás se hayan producido. La villa ya recobró su normalidad hace tiempo y parece ser un pintoresco paraje al borde del Mar del Norte. Las bombas que impactaron contra el suelo han sido tapizadas por una capa de hierba, como si la misma naturaleza quisiese hacer borrón y cuenta nueva. Pero las guías turísticas no olvidan , a Hollywood le sigue resultando rentable hacer películas sobre ello y el cementerio de la playa de Omaha se encuentra no muy lejos de allí.
Tampoco habría sido lo más sabio eliminar por completo cualquier recuerdo doloroso de ese día, ni tampoco lo más justo. Miles de vidas se quedaron aquí y una sensación extraña se encarga de recordártelo. En parte se debería de estar orgulloso de que aún exista gente con ideales, con ganas de defender la libertad. Pero no debería demostrarse de la forma que se demostró. Aunque quizás, por desgracia, es la única solución rápida que tenemos hoy día.
No es tristeza, es algo así como incomprensión. Incompresión porque existiesen y aún existan las guerras. Incompresión porque no alcanzo a comprender como puede haber tanto odio como para matar no a uno, si no a millones de personas. Incomprensión por lo que ocurrió aquel 6 de Junio de 1944, el famoso día D, cuando el mundo decidió levantarse y tembló como nunca lo había hecho.




"Soy hombre y nada de lo humano lo considero ajeno a mí." (Terencio, Heautontimorumenos 77)












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