lunes, 19 de octubre de 2009

C'est ça. C'est la vie. C'est Paris.


- Merci - dijo Élise, desde el vestíbulo del apartamento.



- Merci aussi - respondió Pierre.



Él abrió la puerta del ascensor y miró por última vez a su hermana. Una mirada no tan triste como cabría pensar. Había una sonrisa, un ligero dibujo de esperanza en su rostro. Después cerró la puerta y bajó hasta el portal.

El taxi ya esperaba frente al edificio. Subió a él, con cansancio.



- Al hospital Marmottan, por favor.



- Ahora mismo.



El coche se movía lentamente por las calles. Había demasiada gente.



- El tráfico está imposible. ¿Le importa si voy por otro lado?- preguntó el conductor.- Hay una manifestación atravesando todo París.



- A la gente le encanta quejarse - murmuró Pierre, riéndose.



- Esto es París. Es así. La gente siempre atareada, corriendo de un lado para otro... siempre igual.



- Ellos no saben la suerte que tienen - comentó él, con un hilo de voz.



Vio al profesor melancólico, a la panadera gruñona, el camerunés desconcertado y a la joven soñadora. A las cientos de personas que veía desde el balcón de su casa y que no sabían de su existencia. Los había observado desde el anonimato de su enfermedad, desde el anonimato que le proporcionaba el balcón de su ático en Montmatre. Desde el maldito anonimato de su enfermedad cardíaca, que cada día le mataba (pero que sin embargo le había revivido) un poco más. Aquello eran los cientos de personas que tenían cientos de vidas intrascendentes en la historia, pero que para ellos mismos eran un auténtico mundo aparte.



- Andan. Respiran. Corren - susurraba su voz enfermiza, mientras los neumáticos del vehículo rodaban por la Cité parisina.- No saben la suerte que tienen de poder pasear así, despreocupados por París. Envidio que estén vivos.







El taxista no le respondió. Tampoco le importó. Seguía maravillado viendo la ciudad, tumbado en los asientos traseros de un taxi parisino. No se podía levantar de la emoción que le causaba. Estaba alegre como un niño; contento por alguna extraña razón. Aquella mueca, aquella sonrisa casi póstuma, incomprensible para el resto de los vivos, le iluminó la cara posiblemente por última vez al ver el cielo de París.












P.D: París. Una gran ciudad y una gran película. Probablemente una de las mejores de este año. Merece la pena.

3 comentarios:

Trece dijo...

Muy bueno, muy bueno, muy bueno.

Borja R. dijo...

gracias trece ! :)

Sofi dijo...

Me gusta la cancion que tienes en el blog, la de Times they are a-changing

Soy Haltrup jajaja
Un besin!