jueves, 8 de octubre de 2009

No habría sido igual sin la lluvia.

La noche anterior, los telediarios anunciaron la tormenta del siglo. No hizo el menor caso o no se había enterado. Cuando más llovía, el pobre loco decidió salir de aquella cárcel imaginaria que se había construido él mismo. Cuatro inconscientes fueron los que, sin saberlo, acababan de liberarlo.

Corría con el corazón en una mano para no perderlo por el camino . Con pies de hielo que intentaban chafar su carrera . Con manos de nieve, que soñaban con unos guantes de lana. Con la cabeza perdida... en cualquier otro sitio.

Avanzaba entre su propia oscuridad, mientras su cara se desfigurada por el esfuerzo. Si había obstáculos, desde luego que no los vio. Veía luces, luces deformadas por el humo y el aguacero que caía en aquel momento. Aquella droga llamada Ciudad empezaba a hacerle efecto. Las calles de su adicción crecían con cada paso que daba. No llegaba a su destino.

Pero no se daba por vencido. ¿Loco? Eso seguro. Pero también un maldito idealista. Por eso seguía corriendo sin cesar. Por eso sus pies no rozaban el hormigón, por eso volaba sobre baldosas mojadas, en la noche en que los informativos presagiaban la última gran tormenta de su vida.

Contra todo pronóstico, llegó. Si hubiese estado cuerdo, como el resto de los mortales, habría mandado una carta con un "Ya te lo decía yo" en un tono reprochador a todo el que dudó que lo consiguiese. Pero como estaba loco, solo pensaba en hacer lo que tenía que hacer.

- ¿A dónde vas sin un paraguas? - gritó una voz en la oscuridad.

- No vine para que me dijeses eso - inquirió, sin ver a la persona que le había gritado. Pero no le hacía falta. Sabía dónde estaba y sabía quién era.

- Estás loco - dijo aquella voz. Se hizo un silencio ruidoso, de esos en los que el agua decide caer.

- Estarás loco - repitió otra vez.- Pero me da igual.

- ¿Algo más que decir?- dijo, divertido.

- O eres un pez o te gusta pillar una neumonía...
- El océano entero está precipitándose sobre nosotros... ¿ Crees que me gusta?
- No sé. No estoy segura. Pero lo que sí sé, es que tanto surrealismo no puede esfumarse de la memoria repentinamente.
No dijo nada. Solo sonrió imperceptiblemente en la oscuridad, pero lo suficiente como para que ella lo supiese. No podía ver más allá de su propia nariz, pero sabía que la estaba mirando fijamente. No sabía por qué, pero lo sabía. Mientras, el cielo bramaba.
- Por eso mismo - respondió tras un largo silencio.- Porque si no, no hubiese sido lo mismo. Porque no habría sido igual sin la lluvia.


1 comentario:

Trece dijo...

Bien, Riestra, esto va viento en popa, pero el color de la letra es prácticamente ilegible, yo lo cambiaría a un gris oscuro o un negro.