jueves, 10 de diciembre de 2009

Las palabras, los cuchillos y las mentiras (Des paroles.Des couteaux. Des mensoges)


Una palabra es un arma en toda regla: el que sabe utilizarla, sabrá defenderse en el día a día. Por otra parte, el tiro puede salirte por la culata: sus consecuencias son impredecibles si las pronuncias en el peor momento. De hecho, poca gente sabe usar las palabras precisas en el momento adecuado. Y yo me incluyo. Así nos va. Diría que la culpa la tiene el messenger, la televisión, los SMS... pero es una visión un tanto anticuada, me recuerda a lo que suelen decir los abuelos cascarrabias. Y tampoco creo que sea esa la causa.


Hoy día la palabra, más que una cualidad como otra cualquiera, es un don. La palabra es algo más que un sonido que aprendemos a articular de bebés. Es capaz de ilusionar, emocionar, hacer reír, hacer sonreír... e incluso de engañar. La palabra es una de las capacidades más extraordinarias del ser humano, pero nadie parece darle importancia. Hasta que se la damos. Porque las palabras a parte de vocablos son también cuchillos. Una jodida arma comunicativa de doble filo: su herida es más profunda de la que jamás pueda dejar una bala. Existen ya algunas que, con solo pronunciarlas, sabemos a lo que nos referimos sin decirlo específicamente. Con un " estás fuera" se puede poner fin de un plumazo a treinta años de trabajo mal pagado. El " no hemos podido hacer nada por ella" provoca toda clase de lágrimas y llantos. El famoso "tenemos que hablar" infunde el miedo en el novio; un molesto " no eres tú, soy yo " es el fin.


Las palabras duelen, espantan y dan un giro de 180 grados a las situaciones. Pero ante todo, duelen. Y lo que más me duele de todo, la puñalada oral más trapera que existe, es la palabra mentirosa. La palabra exenta de verdad, la que pretende engañar. Sin embargo, como dice el dicho " se coge antes al mentiroso que al cojo"... y así es. Aunque para esto tenga que pasar el tiempo.


El domingo, me desperté y me di cuenta de que me habías apuñalado. Sangraba mentira, mucha mucha mentira. Y por si fuera poco, me la habías dado en la espalda. Conseguí quitarme ese molesto cuchillo de encima; el engaño nunca fue conmigo. Aunque tranquila, que las heridas me las sé curar yo solo. Ya estoy acostumbrado.



(Opinen, que son libres para decir lo que quieran).





P.D: es bastante aburrido leer mis paranoias. O eso creo. Para historias, cosas de viajes ( tema central del blog) y demás, el archivo del blog está disponible.

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