sábado, 23 de enero de 2010

Ars coquendi (el arte de cocinar)




Hace días que duermo bien. Llego a casa, enciendo el tocadiscos y dejo que suene, tan sólo como un murmullo. Tomo un zumo bien frío de naranja y me siento directamente en el escritorio. El suelo de la casa congela por la tarde y al rozarlo con los pies descalzos, es un auténtico placer. Abro los libros, pero tampoco siento pereza como antes. De hecho, me pongo a estudiar con ganas. Me interesa y todo.


Me llevo varias melodías con sabor a jazz a la cocina. Huele a parmesano. La masa está a apelmazada, así que cojo un rodillo. Con mucha paciencia, voy amasándola hasta que queda perfecta, poco a poco. Pongo los ingredientes sobre ella. Una fragancia italiana se me viene a la mente. Pienso en la beca. En Florencia. En algo de música. La cebolla caramelizada impregna el aire. Ese sabor dulce cruje bajo mis dientes. Ya está lista. La coloco encima de la mozzarela y meto la bandeja en el horno. Mientras tanto cierro los ojos unos segundos. Afuera diluvia y el agua repiquetea en la ventana. Perfecto.



Por fin, empiezo a hacer las cosas bien.

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