lunes, 11 de enero de 2010

Historias del siglo veintiuno.


Movía brazos, piernas, caderas. Todo de una forma espasmódica. Extraña. Sensual. Entre lo rítmico y lo salvaje. Le llamaban bailar. El cabello se le revolvía con tanto movimiento. Le tapaba la vista, pero le daba igual. Se elevaba sobre tacones vertiginosos, que apenas podía controlar. Pero gustaba aquel movimiento. Ella gustaba. Se gustaba. Y eso era lo más importante.
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Notaba cómo el líquido se movía por toda su cabeza, chocando contra el cráneo. Podía oír el ruido, como si embistiese el mar contra los acantilados. El cerebro se le ahogaba en un mar de vozcka y martini. Sin embargo, ella le ignoró. El alcohol nunca había sido un buen compañero.
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Su propio estómago arruinó un vestido azul de ocho mil pesetas y le dio lo mismo. Ya le comprarían otro, no iba a fastidiar aquella madrugada por una estupidez como ésa. Su propia vergüenza le escoltó hasta los servicios, acosada por cientos de miradas.

La música le taladraba los oídos y llegó a tapárselos. Que pare, que pare de una vez. Se encontraba realmente mal. Anda un tío. ¿Quién es? Ah, sí. El que llevaba todo el rato mirándola. Parecía simpático. Al menos le ayudaría. Sonrió y dijo algo incomprensible. Después se puso detrás suyo. Le daba vueltas la cabeza; estaba muy mareada. Pero no tenía una pared a mano. Se habría desplomado si no hubiese tenido a aquel tío allí. Muchas gracias, le dijo. Él respondió que se lo podía agradecer de una manera. Estaba demasiado cerca y ella se asustó.

Intentó irse, pero le agarró de las muñecas. Forcejeó y forcejeó, daba voces pidiendo a gritos que la ayudasen. No había nadie. El tortazo resonó con toda su fuerza en la cara y se golpeó contra la baldosa, pero ella siguió más o menos consciente hasta el quinto puñetazo. Después, acertó definitivamente cuando le golpearon la nariz. La cara se le inundó de sangre caliente, que salía a borbotones. La conciencia, malherida, se desmayó.

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Un ejército de miradas la contemplaban cuando entreabrió los ojos. Estaba su enorme familia, pero nadie más. Suspiraron todos y se mostraron alegres de verla bien al fin. Estuviste al borde de la muerte, sólo sabían decir eso. Estaba metida en un hospital, por primera y casi por última vez en su vida.
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- ¿ Dónde está el resto del mundo?- preguntó ella, aludiendo a sus amigas.

- No lo sé, quizás vinieron cuando no estabas consciente. Hemos tenido que turnarnos para venir a verte y no hemos podido estar a todas horas aquí. No sé, pero no te preocupes - respondió su madre, que tenía unas ojeras tremendas.- Seguro que vendrán.
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A la media hora de recuperar la conciencia, todo el mundo comenzó a marcharse y quedó sola para poder descansar. Un beso en la coronilla y su madre salió de la sala, más tranquila.

La televisión no funcionaba, así que se quedó todo en completo silencio. Tanta tranquilidad le aburría. Cogió el bolso, encontró el móvil y buscó los mensajes. Nadie se había preocupado de llamarla en dos semanas. Ni un solo mensaje. Ni una visita. Nada.

El día en que debía sentirse más afortunada de seguir estando en la Tierra, se quedó callada, sin hacer nada. Parecía ida... y quizás lo estaba. Tiró el móvil al suelo y con él todo el bolso. La pantalla reventó en mil pedazos y el pequeño espejo que llevaba se quebró. Qué más daba. Comenzó a borrar números y números de la agenda, a la par que eliminaba amistades de su círculo de confianza interno. Que les jodan. Eran las seis y catorce minutos de la tarde de un diecisiete de Marzo. En aquel momento, se sintió la persona más solitaria y estúpida del mundo.

2 comentarios:

Leonardo Terán dijo...

woww amm my cierto,hay personas las cuales cosideramos amigos solo por estar en nuestra vida social
pero el dia menos esperado te das cuenta de que todas aquellas eprsonas que pensaste que estaban contigo en realidad nunc alo estuvieron
y al fianld e cuentas los que siempre estaran ahís era tu fmailia

Ines_tables dijo...

Esto ha sido muy triste...
A veces en las malas situaciones, la gente que esperabas no está; y en cambio aparece gente que no esperabas. Y se cambian las tornas.