viernes, 26 de febrero de 2010

Yo.


A lo largo de diecisiete años de existencia, he viajado más de lo que nunca llegué a soñar. Ya poco antes de nacer, cruzé el Atlántico, llegué al Pacífico y después, volví dando un rodeo por el norte de África. Podría haber llegado al mundo desde Los Angeles, Las Vegas, e incluso desde Marrakech o Casablanca. Y eso que en mi casa siempre fuimos muy previsores.




Diecisiete años de aeropuertos y estaciones dan mucho que pensar. Mucho. Dar tumbos por el mundo es más educativo que cualquier clase de instituto. No es lo mismo la teoría que la práctica. Y realmente, me han calado hondo. Comprendí pronto la oportunidad que se me presentaba y creo que pocas veces la he desaprovechado. No sé. Los viajes me han forjado como persona, también. Todo ayuda. Ver nuevas culturas, países diferentes, lenguas imposibles... El mundo es de todo menos aburrido y eso también lo comprendí.





"Una vez, con tres años, cogiste una mochila y dijiste: ¡Me voy de viaje! Me reí. Pensé que estabas jugando, pero abriste la puerta y te marchaste de casa. Aunque ando perdiendo la memoria, esa imagen nunca se me olvida". Y es verdad. Aunque hay veces que casi parece no reconocerme, sigue acordándose de aquello. Ya apuntaba maneras. Debe ser que nací con espíritu viajero.



Nunca me pusieron trabas para que hiciese lo que quisiera. Creo que eso también ha influido. Aunque ahora que el presente se plantea como una sucesión de certificados, diplomas y exámenes, las cosas no parecen tan emocionantes. Pero tiempo al tiempo. El futuro es un libro en blanco. Cientos de páginas sin escribir y puedes decidir por dónde encaminar mis pasos. Mi historia. Suena bien, ¿no? Es fundamental mantener un objetivo. Una ilusión. Es lo que hace sentirte vivo. Pero es importante aplicar la cabeza. Pensar. Actuar. Y no quedarnos por el camino, porque....


Cuando salgas de viaje para Ítaca,
desea que el camino sea largo,
colmado de aventuras, de experiencias colmado.
A los lestrigones y a los cíclopes,
al irascible Posidón no temas,
pues nunca encuentros tales tendrás en tu camino,
si tu pensamiento se mantiene alto, si una exquisita
emoción te toca cuerpo y alma.
A los lestrigones y a los cíclopes,
al fiero Posidón no encontrarás,
a no ser que los lleves ya en tu alma,
a no ser que tu alma los ponga en pie ante ti.

Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que -¡y con qué alegre placer!-
entres en puertos que ves por vez primera.
Detente en los mercados fenicios
para adquirir sus bellas mercancías,
madreperlas y nácares, ébanos y ámbares,
y voluptuosos perfumes de todas las clases,
todos los voluptuosos perfumes que te sean posibles.
Y vete a muchas ciudades de Egipto
y aprende, aprende de los sabios.


( Ítaca de Constantinos Petros Kavafis).




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