miércoles, 3 de marzo de 2010

El huracán que se quedó en ventolera.


.
"Lo único que lamento a lo largo de tanto tiempo, es no poder subirme a una mesa. Sí, no poder subirme a una mesa. Ni levantar la voz , ni gritar como un loco.

.

- ¡Sí, soy una persona! -habría dicho.- Con todas sus consecuencias. Con todos sus errores.

.

Habría perdido el control. Habría sido un aluvión hormonal, precipitándose sobre una vida entera. Salpicándola por completo. Trastocándola para siempre. El viento cefio del amor propio, que susurra "desastre" con cada soplo huracanado. Yo también, que por algo soy humano. Asistiría, como víctima impasible, a una descarga acumulada que no tendría límites. Porque nadie pone puertas al mar. Nadie pone muros al viento. Nadie.
.
Lástima que los locos también tengan responsabilidades y que éstas sean su propia mordaza. Lástima".

.

.

.

La ciclogénesis explosiva se quedó en una brisa pasajera por aquí. Dicen que fue gracias a que la retuvieron las montañas. Pobre ciclogénesis.

No hay comentarios: