martes, 4 de enero de 2011

Críos.

Hace tiempo, no mucho que soy bastante joven afortunadamente, los críos me parecían inaguantables. Siempre pensé en lo que tiene que aguantar una madre. O un padre. ¡Pobres padres! Era un poco de la opinión de la vieja escuela, aquellos que decían que como mi hijo se ponga tonto, le meto un guantazo. Pero ahora no. Al fin y al cabo no dejan de ser niños.

Ahora me hacen gracia. Pasas por delante de un parque y son las mismas historias. Una y otra vez. Me hacen gracia las pataletas, los lloros, los "yo también puedo" y los "pues ahora no respiro". Nunca consiguen nada, pero eso no les importa. Lo que les importa es demostrar que están cabreados. ¡El mundo tiene que saber que estoy cabreado o que estoy feliz, o que tengo el último juego de la Gameboy! ¿Quién no se acuerda de cuando era un medio metro que decía "pues yo más que tú" o " yo hasta el infinito y más allá"? ¿ O cuando decías que eras muy mayor y no alcanzabas ni al lavabo? Viven en una realidad paralela. Qué ingenuos.

Me hace gracia ver esa cara de ilusión que tienen cuando les regalas un juguete nuevo. Pasado mañana serán las personas más felices del mundo y el lunes serán los más desgraciados.

¿Qué predecibles son a estas edades, no?

1 comentario:

Leonardo Terán dijo...

CIrto, creo que cuando somo pequeños nos fijamos en cosas que a edad amyor nos aprecen estupidas, y es que en realidad todos deberiamos de vivir con esa esencia d eniño, siempre querer ser más y mejor, pero sin caer en al desesperacion d ehumillar a los demás, siempre tenr escencia d eniño con mentalidad y cuerpo d ehombre, creo que así funcionarián mejor las en el mundo, pero desafortunadamente por mas que quiera uno la soiedad no te dja, tienes escencia de niño y te cree inamduro, cuando en ciertos aspectos los niños son más maduros, más observadores, mas perceptivos de esas pequeñas cosas de la vida que es el inicio de todo.