miércoles, 25 de mayo de 2011

Fuerza.

Problemas. Todo el mundo habla de problemas: los amigos, la acumulación del trabajo de la oficina, la dificultad para encontrar un piso... ¿Y qué son los problemas? A primera vista es muy inconcreto. La Real Academia de la Lengua Española tampoco parece tenerlo claro.

problema.


(Del lat. problēma, y este del gr. πρόβλημα).

1. m. Cuestión que se trata de aclarar.

2. m. Proposición o dificultad de solución dudosa.

3. m. Conjunto de hechos o circunstancias que dificultan la consecución de algún fin.


4. m. Disgusto, preocupación. U. m. en pl. Mi hijo solo da problemas.



5. m. Planteamiento de una situación cuya respuesta desconocida debe obtenerse a través de métodos científicos.


Mis últimas semanas se corresponden con las definiciones 2, 3 y 4 elevadas a la enésima potencia. Desde el 1 de enero todo han sido problemas, que comenzaron como una estupidez y se convirtieron en una enorme bola de nieve, cuando he empezado a ir cuesta abajo y progresivamente a quedarme sin frenos. Cinco meses y, sobre todo, las últimas seis semanas, en las que no veía el final de todo esto o, más bien, lo veía demasiado cerca. No le dí importancia a nada, lo que se tradujo en hacer cosas que no debería haber hecho y después ir más allá de lo tolerable.





El qué y el cómo no importa. Mi rechazo es tan grande que no quiero decirlo. Pero quien me conoce puede imaginarse de qué hablo. El caso es que perdí el control. Las consecuencias de las últimas seis semanas son fruto de hasta qué punto degeneró la situación y fueron lo suficientemente claras como para que echase el freno de mano.






Pero cuando lo hice ya estaba al borde del precipicio. Y estaba colgando de él, agarrándome como podía para no caer. Esto fue hace seis semanas y desde entonces, solo he intentado no matarme.





El caso es que por primera vez tenía un problema serio delante mío. Normalmente con estas cosas, los problemas serios, no tienes que lidiar hasta la edad adulta. Somos jóvenes: la inmensa mayoría vivimos de nuestros padres, no tenemos que trabajar ni preocuparnos de traer el dinero a casa, entre otras muchas cosas. Las preocupaciones diarias, ante todo esto, se quedan en nimiedades.

Odio dramatizar las cosas. Pero esta vez la preocupación estaba fundamentada. El problema era serio y nadie iba a solucionármelo. Es entonces cuando empiezas a tener una nocción sobre lo que es el mundo y quién eres tú en realidad, de dónde estás y la enorme responsabilidad que tienes en tus manos. Esta preocupación ha hecho que no haya sido capaz de irme a dormir mínimamente sereno en todas estas semanas.




Primero me martirizé psicológicamente, obsesionándome con el problema. Desconecté absolutamente del mundo. No he sido capaz de dormir con tranquilidad ni un solo día y me he pasado noches enteras en vela. Pasé también de preparar los exámenes. La sugestión multiplicó el problema por cuatro, que ya era de por sí serio. Imagínense el cuadro de ansiedad que tenía en una época de tanto trabajo como es mayo, en el que no he dormido más de seis horas ningún día y el resto del tiempo era incapaz.




Y sin embargo, algo aquí dentro, me decía que confiase. Mi lema siempre ha sido que el viaje continúa, ¿no? Pero es que desde luego hay algo más fuerte, más profundo, que trasciende más allá de nuestros propios límites y de nuestro razonamiento. Una especie de fuerza interior. No sé dónde, ni en qué hueso, pero lo hay. Llámenlo como quieran, fuerza o vitalidad, pero existe. No me cabe duda de que es eso lo que nos salva de nosotros mismos. Llevarse más allá del límite, donde nada está asegurado, permite hacer descubrimientos importantes sobre uno mismo, pero los riesgos que se asumen son enormes.




Frida Kahlo hablaba de las dos Fridas: la del antes y la del después del accidente. Es pronto para decirlo, pero yo tampoco creo que vea las cosas del mismo modo con mi particular "accidente". El tiempo lo dirá, desde luego. Lo que sí sé es que ahora que tengo calma y eso es impagable.






Y visto así, hoy puede ser un gran día.








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