lunes, 13 de junio de 2011

Importunando.


Un día como hoy de hace 19 años, Sting deleitaba a miles de personas en la plaza de toros de esta ciudad en la que vivo yo. Esa misma noche, mi padre acababa de llegar de trabajar como un día cualquiera. Irían a verle y disfrutarían de un espectáculo que no se podrían permitir, al menos, hasta que el crío que esperaban alcanzase una edad.


Pero no fue así. Al llegar a casa, solo oyó decir "ya viene, ya viene". Poco después mi madre se encontraba en la parte de atrás de un Volkswagen blanco resoplando y mi padre, aún confundido y con las entradas del concierto en el bolsillo, conducía a toda prisa a la clínica.


Y al llegar y ser trasladada a la sala de partos, ocurrió lo impensable: de repente, el niño no quería salir. El médico (que resultó ser el mismo que trajo a mi padre y a mi hermana en su momento) se las vió y se las deseó para sacarlo. Así estuvo toda la noche, con anestesias, enfermera arriba y enfermera abajo, familiares que llegaban y no dejaban de preguntar... Qué noche, ¿no?


Ellos por su parte perdieron unas cuantas pesetas aquel día de junio de 1992, porque evidentemente no fueron al concierto. ¿El resultado? Doce horas en el hospital y una de las noches más complicadas y largas que recuerda mi padre.


Siempre fui torcido, para qué negarlo. Pero creo que mereció la pena. Con mis desastres y todas mis imperfeciones (que no son pocas, sí, lo sé) pero mereció la pena. De eso no me cabe la menor duda.

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