jueves, 16 de junio de 2011

Ser alguien.

Entraban en el BlackJack todas las noches de sábado a las tres de la mañana. Hacía poco tiempo que habían surgido como la nueva tribu urbana que quería desmarcarse de todo lo anterior y algunos jóvenes comenzaban a engrosar sus filas. Calzaban botas enormes de último modelo que habrían bastado para cruzar el Polo Sur y se enfundaban en unos pantalones sucios que en otro tiempo no habrían valido ni un centavo. Los gorros, que apenas les protegían del frío, no eran más que copias de los que llevaban los cosacos rusos . Renegaban de las camisetas ajustadas y apostaban por camisas de lana amplias, con colores apagados, de marcas que normalmente plagiaban las tendencias más vanguardistas de las pasarelas neoyorquinas.


Pero a Walter le importaba bien poco aquella decadencia y cuando tomó contacto con aquella nueva corriente adolescente, se abrazó a ella como si la hubiese estado esperando toda su vida. Representaba exactamente todo lo que un adolescente buscaba en aquellos años: una ideología como arma con la que oponerse a la sociedad adulta, una vestimenta con la que se identificaban, y unos gustos musicales que les distinguían del resto de la gente.


Pronto se autodenominaron como los moscovitas. Entraban en los locales londinenses como si fuesen semidioses caídos del cielo, abriéndose siempre paso entre la multitud y siempre con aquella actitud desafiante que les caracterizaba.

Voceaban las canciones de grupos rusos de nombres impronunciables y se comunicaban muchas veces en ruso. Habían mezclado danzas de antes con los pasos más novedosos de las pistas europeas y los bailaban con pasión mientras la multitud les miraba con respeto.


Walter estaba en el séptimo cielo. Siendo un moscovita, todos habían comenzado a llamarle de usted, le dejaban pasar delante en las colas, le hacían la pelota descaradamente y le respetaban. Notaba cómo la gente le miraba con una mezcla de sumisión y miedo. Sentía que tenía poder, todo el poder en sus manos. Y aunque hasta ahora le había ido más o menos bien, aquel poder tendría que transformarse muy pronto en una responsabilidad que no estaba listo para asumir.

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